Soy un privilegiado. Siempre supe que quería estudiar derecho. Mi vida universitaria la desarrollé en una Universidad pública. Por tanto, mi formación se la debo al sistema público, se la debo a la sociedad, por ello, en conciencia social me siento deudor y que debo devolver a ella parte de lo que invirtió en mí.

Soy un firme defensor de la plena igualdad. Igualdad real, efectiva, social, laboral, etc. Creo firmemente que hacen falta políticas y medidas efectivas para conseguirlo. Una de las primeras cuestiones que se me planteó cuando inicié mis estudios universitarios era si el “derecho cambia porque cambia la sociedad o cambia la sociedad porque cambia el derecho”. Cuando se es joven y se tiene un sentido más idealizado de la vida parece que la respuesta resulta obvia, es el derecho el que ha de cambiar en función de la evolución de la sociedad. Concluía que, si la sociedad cambia a golpe de imposición legislativa, eso es la base de cualquier dictadura. Pero lo cierto es que, hoy pienso que es necesario impulsar ese sentido de lo bueno y malo para que socialmente se corrijan las desigualdades. Los romanos definían la justicia con el siguiente aforismo “iustitia arts boni et aequitum est”. La justicia es la combinación de lo que es bueno y equitativo. Creo, por tanto, que es necesario
corregir desigualdades con políticas activas